Integración de América Latina
Entre latinoamericanos, como los reunidos en mayo pasado, existe una amplia coincidencia en la importancia del clima de democratización para la integración económica regional. El Grupo de Río y el MERCOSUR han ido delineando en sus decisiones de los últimos años una clara voluntad de tornar indisociables ambos procesos en nuestra América.
No obstante, la preocupación por el futuro de las transiciones a la democracia crece con: la permanencia de los enclaves autoritarios y los embates a la gobernabilidad en experiencias tempranas (Chile), intermedias (Paraguay) o recientes (Haití); la reiteración de casos de reformas institucionales para permitir la reelección de presidentes en ejercicio; y, el aumento de la proporción de no inscritos, no votantes y votantes nulos en las elecciones.
A la luz del pasado, en particular el reciente, la concepción latinoamericana de las transiciones a la democracia es cada vez más alejada de la evolución lineal que el Congreso y la administración de Estados Unidos para certificar de democrático al régimen cubano y derogar las sanciones económicas actuales. Los latinoamericanos comparten muchas de las críticas de los dirigentes cubanos a los procesos democráticos en sus países, pero insisten en preferir el modelo de democracia que describieron en la Declaración de Viña del Mar en noviembre de 1996.
El camino escogido por nuestras naciones en medio de una crisis económica similar a la de la década de 1930, esta vez no compartida por las economías centrales ni por un vasto grupo de los emergentes, apunta a la transformación productiva y la reinserción internacional en el marco de la estabilidad macroeconómica y la seguridad financiera. Los avances ya logrados en esos objetivos, han permitido reforzar la autonomía individual y colectiva de nuestros países frente a Estados Unidos y al resto de los bloques económicos consolidados o en formación. A la hora de la globalización, nuestra región se integra económicamente en democracia y fortaleciendo la soberanía nacional. América Latina fue un escenario de los conflictos de la Guerra Fría.
En tal sentido, en franco reconocimiento de la limitación de los acuerdos bilaterales en el marco de la ALADI, el gobierno cubano, junto con evaluar sus reformas económicas, explora actualmente las condiciones que viabilizarían su relación con el MERCOSUR y su incorporación a las zonas de libre comercio del Caribe, en particular el CARICOM. A la vez, que va perfilándose una posición latinoamericana priorizando el esfuerzo de integración regional con relación al proyecto de Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA), cuya segunda cumbre tendría lugar en Santiago de Chile en abril de 1998.
El Grupo de Río, instrumento animador de ese proceso, nace del cambio en el clima político regional fruto de la democratización de los regímenes autoritarios y, se amplía y fortalece al enfrentar unidos los problemas regionales, desde los militares al control del narcotráfico. También la primacía de lo político orienta la creación de la Asociación de Estados del Caribe y el proyecto de creación de una zona de libre comercio en esa sub-región, como lo muestra la inclusión de Cuba y la exclusión de Estados Unidos. Por ser político el proyecto de integración regional no niega la inserción de ninguna economía nacional, cualquiera sea su dimensión. Pero, como nos recuerda José Serra, no estamos hablando de yuxtaposición sino de integración. Y, en tal sentido, la reintegración de Cuba en América Latina significaría incorporarse a los cambios económicos y políticos impulsados en nuestra región.
El triunfo del PRD y del PAN en diversos estados y, en especial, de Cuauhtémoc Cárdenas en Ciudad de México, el respeto del gobierno del PRI al veredicto electoral y la profundización de la crisis de dicho partido, han inscrito la alternancia democrática en el futuro previsible de ese país. Sin, por lo tanto, poner en peligro la soberanía mexicana sino aumentando la legitimidad de la misma. Cada uno de los países latinoamericanos ha escogido la modalidad de transición democrática más conveniente a sus tradiciones y la singularidad de su escenario interno e internacional. Bolivia y Chile tienen hoy a sus ex gobernantes autoritarios en la Presidencia de la República y en el Senado nacional con carácter vitalicio, respectivamente. Ambos han sido objeto de la crítica de países de dentro y fuera de la región, respondiendo a ella con argumentos que señalan el respeto a la opinión ajena en el marco de su soberanía nacional.
En su fundamentación, la alusión a la próxima cumbre del ALCA en Santiago de Chile fue explícita, indicando que la aceleración de la constitución de este acuerdo cerraría el período en que Cuba podía beneficiarse de la diversidad de procesos de integración regional. Quienes no compartían esas opiniones pensarán que el tiempo les dio la razón al producirse el impasse de las negociaciones del ALCA, mientras las ventajas de los diversos acuerdos de integración regional latinoamericanos se ven reforzadas por la crisis asiática. En este escenario, la premura cubana estaría determinada por la marginación de muchos de los beneficios de esos acuerdos regionales de continuar privilegiando los acuerdos bilaterales en el marco de la ALADI. México y Canadá han multiplicado sus acuerdos bilaterales en el hemisferio, pero lo hacen desde su pertenencia al NAFTA.
Y, hemos visto como la asociación de Bolivia y Chile al MERCOSUR en forma independiente ha ido transformándose en un camino alternativo a la asociación plena, anticipada por la participación en las cumbres políticas presidenciales del mismo. El bilateralismo, como el acuerdo independiente con un grupo de países, formando parte de una estrategia y proceso de integración, tienen las ventajas del aprendizaje y de facilitar futuras negociaciones con bloques de países más desarrollados o entre países de dimensiones económicas muy diferentes. El bilateralismo como escape a enfrentar las reformas económicas requeridas por la integración en los acuerdos regionales, como sería el caso cubano, termina por desgastar a las partes, las que cada vez exigen beneficios diferenciales más altos para mantenerse en la excepcionalidad creciente de esas relaciones.
El impasse del ALCA puede ser una oportunidad favorable para que Cuba acelere su participación en los procesos de integración regional latinoamericana, aprovechando los espacios de negociación que han quedado así liberados para los países de la región. Este impasse además coincide con la necesidad de resolver los problemas de financiamiento de mediano y largo plazo requeridos para transformar la estructura productiva y diversificar el comercio exterior de su economía. Cuba es más atractiva y confiable para sus acreedores externos y potenciales financistas al interior de un esquema de integración subregional, que le de un contexto favorable a mejorar sus ventajas comparativas naturales y un modelo de referencia para sus reformas económicas. A la vez, que para el país resultaría más atractivo acometer esas reformas con un programa de desarrollo, ahora que ha logrado un éxito en su ajuste económico, que con un nuevo para enfrentar la negociación financiera.
El escenario del impasse del ALCA puede, igualmente, ser una oportunidad para las pequeñas economías caribeñas y centroamericanas de mejorar su atractivo a las economías más grandes y dinámicas comercialmente (México, Canadá, Brasil,).Y, en ese escenario de reactivación de la integración subregional en la cuenca del Caribe, Cuba estaría en una posición muy favorable de negociación con CARICOM y el bloque centroamericano, a quienes complementaría y aumentaría la dimensión económica.
Lo más reciente en cuanto al tema de la integración lo tuvimos el día 29 de Mazo del presente año cuando en una Cumbre Cuatripartita que se celebró en Guayana, los mandatarios, Álvaro Uribe (Colombia), Lula Da Silva (Brasil), Rodríguez Zapatero (España) y por Venezuela el presidente Hugo Chávez, conversaron sobre los temas de la integración para potenciar el desarrollo y disminuir la pobreza, así como la ayuda para luchar contra la insurgencia y el apoyo mutuo para defender la soberanía de los países del hemisferio, igualmente se tocaron temas como la firma del documento que se llevó a cabo en el mes de Diciembre de 2004 en donde se da el nacimiento de los que seria la Unión de Países Suramericanos, así como también se habló de la posibilidad de una Moneda para Sudamérica, todo esto monitoreado por el presidente español, como buen representante de lo que es hoy la Unión Europea.
No obstante, la preocupación por el futuro de las transiciones a la democracia crece con: la permanencia de los enclaves autoritarios y los embates a la gobernabilidad en experiencias tempranas (Chile), intermedias (Paraguay) o recientes (Haití); la reiteración de casos de reformas institucionales para permitir la reelección de presidentes en ejercicio; y, el aumento de la proporción de no inscritos, no votantes y votantes nulos en las elecciones.
A la luz del pasado, en particular el reciente, la concepción latinoamericana de las transiciones a la democracia es cada vez más alejada de la evolución lineal que el Congreso y la administración de Estados Unidos para certificar de democrático al régimen cubano y derogar las sanciones económicas actuales. Los latinoamericanos comparten muchas de las críticas de los dirigentes cubanos a los procesos democráticos en sus países, pero insisten en preferir el modelo de democracia que describieron en la Declaración de Viña del Mar en noviembre de 1996.
El camino escogido por nuestras naciones en medio de una crisis económica similar a la de la década de 1930, esta vez no compartida por las economías centrales ni por un vasto grupo de los emergentes, apunta a la transformación productiva y la reinserción internacional en el marco de la estabilidad macroeconómica y la seguridad financiera. Los avances ya logrados en esos objetivos, han permitido reforzar la autonomía individual y colectiva de nuestros países frente a Estados Unidos y al resto de los bloques económicos consolidados o en formación. A la hora de la globalización, nuestra región se integra económicamente en democracia y fortaleciendo la soberanía nacional. América Latina fue un escenario de los conflictos de la Guerra Fría.
En tal sentido, en franco reconocimiento de la limitación de los acuerdos bilaterales en el marco de la ALADI, el gobierno cubano, junto con evaluar sus reformas económicas, explora actualmente las condiciones que viabilizarían su relación con el MERCOSUR y su incorporación a las zonas de libre comercio del Caribe, en particular el CARICOM. A la vez, que va perfilándose una posición latinoamericana priorizando el esfuerzo de integración regional con relación al proyecto de Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA), cuya segunda cumbre tendría lugar en Santiago de Chile en abril de 1998.
El Grupo de Río, instrumento animador de ese proceso, nace del cambio en el clima político regional fruto de la democratización de los regímenes autoritarios y, se amplía y fortalece al enfrentar unidos los problemas regionales, desde los militares al control del narcotráfico. También la primacía de lo político orienta la creación de la Asociación de Estados del Caribe y el proyecto de creación de una zona de libre comercio en esa sub-región, como lo muestra la inclusión de Cuba y la exclusión de Estados Unidos. Por ser político el proyecto de integración regional no niega la inserción de ninguna economía nacional, cualquiera sea su dimensión. Pero, como nos recuerda José Serra, no estamos hablando de yuxtaposición sino de integración. Y, en tal sentido, la reintegración de Cuba en América Latina significaría incorporarse a los cambios económicos y políticos impulsados en nuestra región.
El triunfo del PRD y del PAN en diversos estados y, en especial, de Cuauhtémoc Cárdenas en Ciudad de México, el respeto del gobierno del PRI al veredicto electoral y la profundización de la crisis de dicho partido, han inscrito la alternancia democrática en el futuro previsible de ese país. Sin, por lo tanto, poner en peligro la soberanía mexicana sino aumentando la legitimidad de la misma. Cada uno de los países latinoamericanos ha escogido la modalidad de transición democrática más conveniente a sus tradiciones y la singularidad de su escenario interno e internacional. Bolivia y Chile tienen hoy a sus ex gobernantes autoritarios en la Presidencia de la República y en el Senado nacional con carácter vitalicio, respectivamente. Ambos han sido objeto de la crítica de países de dentro y fuera de la región, respondiendo a ella con argumentos que señalan el respeto a la opinión ajena en el marco de su soberanía nacional.
En su fundamentación, la alusión a la próxima cumbre del ALCA en Santiago de Chile fue explícita, indicando que la aceleración de la constitución de este acuerdo cerraría el período en que Cuba podía beneficiarse de la diversidad de procesos de integración regional. Quienes no compartían esas opiniones pensarán que el tiempo les dio la razón al producirse el impasse de las negociaciones del ALCA, mientras las ventajas de los diversos acuerdos de integración regional latinoamericanos se ven reforzadas por la crisis asiática. En este escenario, la premura cubana estaría determinada por la marginación de muchos de los beneficios de esos acuerdos regionales de continuar privilegiando los acuerdos bilaterales en el marco de la ALADI. México y Canadá han multiplicado sus acuerdos bilaterales en el hemisferio, pero lo hacen desde su pertenencia al NAFTA.
Y, hemos visto como la asociación de Bolivia y Chile al MERCOSUR en forma independiente ha ido transformándose en un camino alternativo a la asociación plena, anticipada por la participación en las cumbres políticas presidenciales del mismo. El bilateralismo, como el acuerdo independiente con un grupo de países, formando parte de una estrategia y proceso de integración, tienen las ventajas del aprendizaje y de facilitar futuras negociaciones con bloques de países más desarrollados o entre países de dimensiones económicas muy diferentes. El bilateralismo como escape a enfrentar las reformas económicas requeridas por la integración en los acuerdos regionales, como sería el caso cubano, termina por desgastar a las partes, las que cada vez exigen beneficios diferenciales más altos para mantenerse en la excepcionalidad creciente de esas relaciones.
El impasse del ALCA puede ser una oportunidad favorable para que Cuba acelere su participación en los procesos de integración regional latinoamericana, aprovechando los espacios de negociación que han quedado así liberados para los países de la región. Este impasse además coincide con la necesidad de resolver los problemas de financiamiento de mediano y largo plazo requeridos para transformar la estructura productiva y diversificar el comercio exterior de su economía. Cuba es más atractiva y confiable para sus acreedores externos y potenciales financistas al interior de un esquema de integración subregional, que le de un contexto favorable a mejorar sus ventajas comparativas naturales y un modelo de referencia para sus reformas económicas. A la vez, que para el país resultaría más atractivo acometer esas reformas con un programa de desarrollo, ahora que ha logrado un éxito en su ajuste económico, que con un nuevo para enfrentar la negociación financiera.
El escenario del impasse del ALCA puede, igualmente, ser una oportunidad para las pequeñas economías caribeñas y centroamericanas de mejorar su atractivo a las economías más grandes y dinámicas comercialmente (México, Canadá, Brasil,).Y, en ese escenario de reactivación de la integración subregional en la cuenca del Caribe, Cuba estaría en una posición muy favorable de negociación con CARICOM y el bloque centroamericano, a quienes complementaría y aumentaría la dimensión económica.
Lo más reciente en cuanto al tema de la integración lo tuvimos el día 29 de Mazo del presente año cuando en una Cumbre Cuatripartita que se celebró en Guayana, los mandatarios, Álvaro Uribe (Colombia), Lula Da Silva (Brasil), Rodríguez Zapatero (España) y por Venezuela el presidente Hugo Chávez, conversaron sobre los temas de la integración para potenciar el desarrollo y disminuir la pobreza, así como la ayuda para luchar contra la insurgencia y el apoyo mutuo para defender la soberanía de los países del hemisferio, igualmente se tocaron temas como la firma del documento que se llevó a cabo en el mes de Diciembre de 2004 en donde se da el nacimiento de los que seria la Unión de Países Suramericanos, así como también se habló de la posibilidad de una Moneda para Sudamérica, todo esto monitoreado por el presidente español, como buen representante de lo que es hoy la Unión Europea.